El
diseño de información ha ganado relevancia tanto en el entorno de los medios de
comunicación como en la malla curricular de los programas académicos de
diseño. Como lo expresa el profesor de ciencias del lenguaje Patrick
Charaudeau, en la introducción de su libro El
discurso de la modernidad, la construcción del espejo social (2003), “Información,
comunicación y medios son las palabras claves del discurso de la
modernidad.”(Charaudeau, 2003:11). Sin duda alguna estas palabras clave que
menciona Charaudeau se han puesto de moda y se asume que se definen por si
mismas, lo que incide notoriamente en una baja comprensión del impacto que cada
una de ellas en nuestro entorno actual. El tratar estas cuestiones nos lleva a
delimitar cada una. Tanto la información como la comunicación son nociones que
remiten a fenómenos sociales, por otra parte, los medios, entendidos como tecno-logias
en las cuales emergen culturas, se han constituido en soportes institucionales
que acogen estos conceptos para integrarlos en sus diversas lógicas: económica,
tecnológica y simbólica. No es de extrañar entonces el porque de su alta
demanda en entornos como la política, el mundo financiero, el marketing, la
ciencias duras y las humanidades. En ese intercambio social regulado y las representaciones
que se encuentran en la lógica simbólica, sobre todo en lo que a la creación y
manipulación de signos.
Definido
como un conjunto de herramientas analíticas y estéticas que permiten procesar
la información para ser usada con eficiencia y eficacia, el diseño de
información se ha posicionado altamente en el entorno transmedia que estamos
inmersos, precisamente por que, como lo señala el profesor Robert Horn, el DI establece
conexiones entre la información y el pensamiento humano de manera holística.
Esto permite, como complementa Horn, detectar patrones que permitan crear
documentos comprensibles, sistemas de interacción idóneos y espacios
informativos altamente navegables. Brenda Dervin, profesora de
comunicación en la universidad de Ohio, señala que el diseño de información se
debe analizar en términos de comunicación, es decir desde su comprensión como
fenómeno social. Dervin señala que “en un pasado la información se
consideraba simplemente como la descripción de una realidad ordenada, mientras
que en el Renacimiento, las habilidades y la tecnología aumentaron la
información disponible. En el siglo XIX, el orden de la información y de la
realidad y de la información sobre ésta, fue desafiado por las diferencias
culturales, personales y espacio-temporales. En el siglo XX, la información se
presentaba como un instrumento de poder por su papel en la toma decisiones.
Además, se cuestionó la creencia de que bajo la información subyacía una
realidad ordenada.” (Dervin, 1999). Dominique Wolton, director de investigación
en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, en la
introducción de su libro Informar no es
Comunicar (2009), esboza una proyección en la cual, tanto la comunicación
como la información, establecen interconexiones que pueden trazar, al mismo
tiempo, ciertas fisuras provocadas por la especulación mediática, la velocidad
de circulación, la ausencia de control, la falta de regulación y la omisión de
la utilidad; características propias de nuestro entorno actual.
Estas
interconexiones entre la información y la comunicación han sido ampliamente
debatida en las escuelas y tradiciones del campo de la comunicación y los
medios. Charaudeu sostiene que: “La información es esencialmente una cuestión
de lenguaje, y el lenguaje no es transparente (...). Incluso la imagen, que
creíamos era la más apta para reflejar el mundo tal como es, tiene su propia
opacidad que descubrimos de forma evidente cunado produce efectos perversos
(imágenes humanitarias) o se pone al servicio de una falsedad (...)” (Charaudeu,
2003).
El
diseño de orientación gráfica, enlace coyuntural entre información y
comunicación, esta focalizado, mas allá de brindar herramientas y nuevos
saberes, a repensar el impacto del diseño, el saber académico y la experiencia,
confrontando a su vez la teoría y la práctica, lo imaginario y lo real;
logrando de esta forma potencializar el rol del diseñador como un agente que
moviliza recursos para generar un cambio en el pensamiento de quien recibe la
información misma. Es también importante tener presente que trazamos un
recorrido en el que, precisamente, la información puede ser verídica como
engañosa; la sospecha es parte esencial para sobrevivir en el extenso campo de
los datos y requiere recordar ciertas nociones propias de la Galaxia Gutenberg
(concepto introducido por Marshall Mcluhan) en el espacio acústico se recupera
en el espacio visual, tan relevante para la cultura de la imagen.
El
orientador gráfico opera en un radio que cubre los aspectos que inciden en la
cotidianidad, infiere en las acciones mismas que realizamos constantemente,
condiciona nuestra forma de organizar nuestra rutina, nos invita a deambular y
recorrer con un alto grado de observación y sensibilidad para percibir los
cambios que suceden en el espacio y el tiempo; y sobre todo despojarse de los
prejuicios para comprender la realidad con una mirada mas amplia, concreta y
funcional. La orientación representa la articulación de la expresión y la
funcionalidad, construyendo así un puente, una mediación, entre el emisor y su
mensaje para que sea mas comprensible y accesible. Como lo afirma David
McCandless los datos son el nuevo suelo.
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